miércoles, 20 de marzo de 2013

Taller De Escritura

Esta es otra redacción a partir de una imagen de al menos 500 palabras :

La Mudanza

Aquella mañana fría como el hielo pude ver como un señor con pintas extrañas entraba en casa. Lo siento, no me he presentado; me llamo Elizabeth y vivo, bueno, vivía en Berlín.

El hombre que se presento en mi casa tenía un acuerdo con mi padre. Mientras que Jerry, así se llamaba, hablaba con mi padre yo le pregunté a mi madre qué hacía allí ese hombre tan hablador.

De repente, se sacó una caja del bolsillo. Gracias a que soy observadora, pude ver que en el interior de la caja habían unos puros habanos.Se fumó uno y continuó hablando con mi padre. Mi madre me dijo que aquel hombre venía para cambiarnos la casa, por un castillo en Italia. En ese momento me derrumbé.

Tenía que decirle adiós a la vida en Alemania tal y como la conocía. Seis meses después me vi haciendo las maletas para marchar a Italia.

Cuando llegamos me quedé boquiabierta al ver el enorme castillo rodeado por un embalse. Le pregunté a mi madre si allí se practicaba mucho la hípica; a mi no me gustaba mucho, pero al entrar en Italia vi un enorme cartel publicitario sobre este deporte que me llamó mucho la atención.

 Mi padre dijo que era su última noche que podía celebrar y se puso a beber alcohol como un auténtico vándalo. Entonces, dijo que se iba a alistar en el ejército. Soltó un rollo sobre que era su destino y le habían destinado a África dos años.

Aquellos dos años los pasé con mi madre, como es natural, en el lujoso castillo que teníamos como vivienda.

Después de los dos años en África mi padre regresó de su temporada en Kenya. Cuando llegó le di un fortísimo abrazo y me dijo :
-No es momento de hablar, se avecina una guerra.

Así era, los Kenyanos querían venganza. Menos mal que estábamos preparados gracias a la estratégica posición de nuestro castillo.
A los dos meses, aproximadamente, llegaron los soldados africanos a Italia. Era sábado por la mañana cuando, himnotizada por los cantos de los jilgueros, me asomé a la ventana. Ya se veían por la vanguardia los cañones preparados entre las cañas de azúcar. Me costó mucho rehuir la mirada para avisar a mi madre, pero no
estaba.

Le busqué por todo el castillo, pero no le encontré. Me había quedado completamente sola en aquel enorme ''palacio''.

Rápidamente, me vestí y llamé por teléfono a mi madre. Me contó que me habían olvidado allí. Ya mi padre estaba combatiendo junto a su pelotón y mi madre, segura en Alemania.

Mi madre me dijo que hiciera las maletas y me colocara en la azotea para poder subir al helicóptero de rescate que mandaría.

Y así lo hice, el helicóptero me llevo de vuelta a Berlín, donde mi madre me recibió con un caluroso abrazo.

Lamentablemente, a los quince días nos comunicaron que mi padre había muerto en la guerra.

Las lágrimas se me hicieron interminables, pero al final, lo acabé aceptando.

Aquí acaba mi aventura con trágico final. Me queda por delante una vida dura y fría, ya que me he quedado sin padre, pero intentaré resistir.

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